BLADES

Las líneas de transporte interprovincial tienen dos maneras de lesionar a sus pasajeros: accidentarse (costumbre cada vez más frecuente) y atarantarlos con esperpentos musicales. ¿No les basta acaso con traernos en buses camión, sin cinturones de seguridad, haciendo escarnio de la “tolerancia cero”, para encima clavarnos a decibeles infrahumanos los vídeos del infame Arjona o el unplugged del desafinado Sánz?

Sin embargo un día de aquellos, y luego de más de 30,000 kms recorridos en carretera este año, finalmente estos sujetos acertaron. Tras 14 horas de viaje de Cajamarca a Lima, el bus que me transportaba me despertó una mañana con el estupendo tema “El nacimiento de Ramiro” de Rubén Blades. Ese despertar fue perfecto. Iba a Lima precisamente a ver a mis hijos, cuando empezó a sonar aquella letra magistral que reza, “… nació mi niño, mi niño nuestro niño, ¡quién lo creyera!”. Me desperté maravillado escuchando la misma estrofa que repetí hasta el cansancio cuando nació mi hijo mayor, y el coro que volví a cantar cuando llegó el menor: “…abran los balcones beban rones, rompan lo que quieran que lo pago yo”.

“El nacimiento de Ramiro” es parte de la aquél magnífico álbum doble titulado “Maestra vida”, lanzado por la FANIA en 1980. Aparte de “El nacimiento…” destacan temas como “Manuela”, “Carmelo (Parte I y II)” y el estupendo “Prólogo”, espectacular tema fusión con instrumentos sinfónicos y de salsa. No puedo dejar de mencionar tampoco al tema que da nombre al álbum, cuyo coro es un clásico: “… maestra vida, camará, te da te quita, te quita y te da”.

“Maestra…” es la primera ópera salsa de la historia, y marcó un hito en el género de la salsa. Blades fue un adelantado de su época e introdujo elementos de la narrativa literaria latinoamericana a la música, algo impensado por aquél entonces.

Este magnífico trabajo musical cuenta la vida, pasión y muerte de Manuela Peré y Ramiro Da Silva, una pareja que se conoce en medio de los avatares de un barrio popular de cualquier país de Latinoamérica. Es en ese ambiente festivo -a pesar de las estrecheces económicas y los problemas- que se enamoran, se casan y tienen un hijo, Ramiro Jr., sobre el que cifran toda esperanza. Pero como suele suceder en la vida real, esta no tiene un final feliz: Jr. termina siendo un delincuente; los protagonistas envejecen y mueren solos, mientras esperan inútilmente el regreso de su hijo.

La dupla conformada por Blades y el puertorriqueño Willie Colón, llegó a su clímax con ese trabajo. La espectacular letra de Rubén, llena de imágenes y referentes comunes al barrio, a la esquina, a la “mancha”, nos aproximan a la propuesta latinoamericanista que Blades plantea en casi todo su trabajo. Y es en ese “reconocernos”, que el panameño explaya su mensaje integracionista, el que se puede resumir en una de las estrofas de su también magistral tema “Plástico”, “…una Latinoamérica unida, la que Bolívar soñó”.

Más allá de sonar por momentos empalagoso y hasta demagógico, los componentes de la propuesta musical de Blades, son únicos. Sin embargo estoy seguro de que de no mediar la presencia en los arreglos de otro grande de la salsa como Colón, la propuesta de Blades no hubiera tenido la trascendencia que tuvo. El puertorriqueño dejó su sello inconfundible en todas y cada uno de los trabajos que hizo junto a Blades, desde la época de "The good, the bad and the ugly" (la primera grabación que hicieran juntos en 1975), y en “Maestra…”, su aporte es notable. Ese trombón desgarrador, hondo, que golpea con atisbos de tristeza -más allá de si el tema es una salsa festiva o un bolero melancólico- marca de manera peculiar la narración de la historia de Ramiro y Manuela. En mi modesta opinión, ese trombón cargado de notas de un agridulce dolor muy latino, es el principal aporte del arreglista en ese trabajo. Mención aparte es precisamente el arreglo que hace para el tema “Prólogo”, con música de vientos y cuerdas clásicas, como un preludio a la presentación de los ritmos típicos de la salsa. (Algo similar a lo que hiciera también con el genial instrumental “La china cubana”, tema que grabara con la Filarmónica de Puerto Rico).
Luego de casi 20 años juntos, y tras haber creado auténticos clásicos como “Siembra”, “Pedro Navaja” y “Tiburón”, una de las parejas más innovadoras de la salsa de los setentas, representantes notables de aquél estilo musical llamado “Salsa Dura”, decidió separarse. Después de habernos emocionado con versos tan memorables como, "…dime cómo me arranco del alma esta pena de amor…"del tema “Dime” y su contraparte, esa celebración al amor que canta, “…por el amor aprendí que todo es alegría. Porque llegaste tú y alumbraste la al alma mía con tu luz”, de “Yo puedo vivir del amor”, ambos tomaron rumbos diferentes. Unos dicen que fue por desavenencias económicas, otros que por celos. Colón habría estado resentido con la fama de Blades, de la cual él habría sido considerado su sombra; el panameño habría estado inconforme por los comentarios que afirmaban que, sin la música del puertorriqueño, su temas no hubieran los éxitos que fueron. Por eso tal vez haya sido una manera de tomar distancia de los arreglos musicales del hombre del trombón, y Blades lanzó en el 84 un álbum espectacular, que superó -dentro de su estilo- el trabajo de “Maestra Vida”. Este trabajo se llamó “Buscando América”, y tiene la peculiaridad de que fue grabado utilizando samplers y sin un solo instrumento de viento. ¡Ni uno solo! La forma de decirle a Colón y al mundo, que no los necesitaba para seguir siendo grande. Un alarde de autosuficiencia por parte de Blades, con la intención de decirle a todos que no necesitaba a su ex socio para lograr una pieza de antología. “Decisiones”, “El padre Antonio” y como no, la adaptación de “Todos vuelven” del peruano César Miró, son lo mejor de aquél trabajo. (En su versión en vivo incluso Blades le hace un homenaje a los peruanos cantando el verso, “…todos vuelven recordando a los muchachos, de la gran Alianza Lima”, en alusión a los potrillos que partieran aquél 8 de diciembre de hace 20 años). Blades siguió innovando. Luego de grabar su “Sorpresas”, (en la que figura la segunda parte de Pedro Navaja, con la historia del famoso hampón y su asombrosa resurrección) siguió con el éxito titulado “Escenas”. Posteriormente grabó un disco con temas inspirados en cuentos de García Márques, que tituló “Agua de Luna” y que pasó un tanto desapercibido (incluso no se lanzó en el Perú). Ese trabajo fue el primero de varias propuestas “exploratorias”, que siguieron con un disco en inglés al que llamó “Nothing but the truth” (donde el mítico Sting presta su legendario bajo y hace los coros en un par de canciones). Éxitos más recientes son “Tiempos” y “Mundo”, donde incluye temas musicales donde fusiona cajón peruano y gaitas irlandesas. En suma, un grande.
Si es así, que los buses interprovinciales que me sigan despertando con música de verdad, como el que dio pié a este artículo. Ahora bien, si en una de esas mañanas me despiertan con Marilyn Manson o System of a down, probablemente será la primera vez que un pasajero le pide a la azafata que se case con él en ese mismo instante.

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