HOMBRE PAR

¿Quién no soñó alguna vez de niño con tener una capa para poder volar? ¿Quién no quería poseer súper poderes para acabar con los malvados del planeta, y de paso romperle la nariz al abusivazo que tenía paralizado a medio colegio? Yo siempre fui de los primeros en soñar así. ¡Quería ser especial! ¡Quería volar! Aún hoy recuerdo la cara de terror de mi madre, cuando me descubría deslizándome por la baranda de la escalera, llevando la funda de una almohada sobre mi espalda.
“El Hombre Par” no era un súper héroe tradicional. Es más, el Hombre Par ni siquiera era un hombre. Era un niño común y corriente llamado Mitsuo. ¿Qué tenía de particular aquél niño? Que un buen día al lecherazo se le apareció un enmascarado venido de otro planeta, para encargarle luchar por la justicia. Desde ese momento el niño se convirtió en el Hombre Par #1 y en el líder absoluto de un grupo de cinco estrambóticos chiquillos súper-héroes. Varias cosas me gustaban de esa serie. Entre ellas el kit de artefactos que el alienígena le encargó a Mitsuo y al resto del team: un casco-máscara (que les daba la fuerza), una capa, un comunicador e forma de "P" (en épocas en las que no existían los celulares, el artefacto era casi tan fantástico como la capa) y un robot (el cual asumía la personalidad de quien presionaba su nariz). En la imaginación de un niño como yo, no solo me hubiera encantado tener esa capa, sino que hubiera dado lo que sea para poder tener un robot que me haga las tareas. (Confieso que aún ahora sigo esperando que alguien me regale un robot así).
Cuando la serie apareció, eran tiempos de estatizaciones y nacionalizaciones. Tras la toma de los canales 4 y 5, se formó el nefasto TELECENTRO que se sumaba a la señal del estado (sí, en un país donde las dos principales frecuencias privadas estaba en manos del gobierno, también había un canal del estado), para configurar un dial televisivo particularmente pobre. Eran tiempos de programas como PERÚ senteintaintantos, magazín estilo “ómnibus” de los fines de semana, que remataba su programación de cinco horas con el solemne, “Ritmos y Canciones del Perú”, que a fuerza de querer vendernos la música criolla, me hicieron rechazarla por años. Tiempos también de CINCOMANÍA, programa de concursos de preguntas del tipo examen psicotécnico, donde el clímax radicaba en que el ganador, debía embocar una pelotita de ping-pong en un vasito de vidrio del tipo chingana style.
En cuestión de programación para niños, nuestra pantalla era testigo del nacimiento de una pre-estrambótica Yola Polastri y de una pedagógica y aburrida Mirtha Patiño, quienes competían para ganar el espacio dejado por el derrocado Tío Jonnhy, indeseado por el régimen por sus modos y estética pro-yankies.
En ese contexto hicieron su aparición en tropel los animes y series japonesas. En medio de “Sombritas”, “Fantasmagóricos” y series como “Ultramán” y “Ultrasiete”, la presencia de El Hombre Par fue por mí mucho más que agradecida. Es que los dos primeros luchaban contra seres de pesadilla, donde fantasmas, calaveras y muertos vivientes se enfrentaban en un escenario de decadencia surrealista, mientras que los muñecos de esponja de los “ulta” ponjas, sinceramente me aburrían.
El Hombre Par y sus historias naif, añadían un toque de “color” a las tristísima programación infantil en blanco y negro de mi generación, y le daban sentido a mi temprana teleadicción. La serie no trataba solo de un niño súper héroe. La trama tenía un plus. “Algo” que no solo movía las fibras más finas de mi imaginación, sino también las embrionarias hormonas de mi crecimiento. Ese “algo” era la relación que existía entre Mitsuo y Yatsuko, a la sazón, el Hombre Par # 4, la única mujer del grupo.
Creo que he visto todos los capítulos del Hombre Par. Creo que ha sido la primera y única vez en mi vida que he visto sin protestar repeticiones de repeticiones. El universo particular de aquél niño me cautivaba. Su relación con su familia, con sus obligaciones cotidianas (las que burlaba con el uso estratégico de su robot), generaban en mí una identificación casi natural. Por si fuera poco, la relación especial que Mitsuo, el Hombre Par # 1, sostenía con Yatsuko, la niña sabelotodo del grupo, me enganchaba particularmente. Ella siempre cuestionaba el liderazgo de Mitsuo quien desconocía la verdadera identidad de aquél budinazo insoportable (recuerden que siempre llevaba un casco puesto). De quien Mitsuo estaba perdidamente enamorado, era de la bellísima estrella del cine infantil llamada Nobuko Suzuki. ¡Esa sí que era una mujer! ¡Nada que ver con la espesa Yatsuko! ¡Nobuko era su musa! Un ángel en la tierra a la que Mitsuo espiaba flotando sobre la ventana del segundo piso de su casa, gracias a la ayuda de su capa. (¡Cuánto hubiera dado yo por tener esa capa!). Bueno pues, resulta que un buen día, la insoportable Yatsuko revela su verdadera identidad: ella es nada más y nada menos que la linda Nobuko. ¡La estrella de cine! ¡La mujer a la que Mitsuo amaba! Juro que esa revelación me causó tal estremezón que me impidió dormir varias noches. Un cliff hanger notable donde uno no puede esperar al día siguiente para saber qué pasará con la trama. ¡Ni siquiera la confesión de Dar Vader a Look Skywalker años después me removió tanto! En aquellos albores de mi pre-pre-pubertad, hice mía la fascinación de mi héroe favorito por aquella muchacha. Juro que pese a contar tan solo con diez años de edad, también me enamoré de esa niña. Juro que deseé desde el fondo de mi corazón encontrar a mi propia Nabuko. ¡Yo me sentía el Hombre Par, y por tanto quería correr con la misma suerte!
Han pasado los años y aún recuerdo esos dibujos animados, con singular cariño. A fin de cuentas El Hombre Par me mostró de alguna manera lo que significaba enamorarse de verdad. Hoy a mi edad, y tras una larga vida de sinsabores románticos, pienso que tal vez para enamorarse y no equivocarse, hay que mantener la ilusión que uno siente de niño. O siendo más prácticos, para enamorarse sin pasarla mal tal vez haya que tener toda la suerte de un súper héroe de verdad. Es que toda mujer, siempre se esconde tras una insoportable Yatsuko. A la verdadera mujer, a la bella, a la idealizable, tal vez solo le se le puede descubrir mientras uno la contempla en silencio, volando con nuestra propia capa, sobre la ventana de una habitación… para dejarla ahí, sin descubrir quién es en verdad.
GENERALIDADES
Producido en 1967-1968, Blanco y Negro con 12 minutos en cada capítulo.
Creado : Fujiko Fujio (padre también de otra famosa serie: Doaremon)
Productora : Studio Zero / TMS (Tokyo Movie Shinsha).
Exibido en Hispanoamérica entre 1973 y 1982.
"Paaman" (nombre en Japonés) significa "aprendiz de Superman.Hubo otra temporada realizada a color entre 1983 y 1985 y que tuvo más éxito que la primera en Japón, sin embargo no se comercializó en el extranjero. En pleno siglo XXI El Hombre Par regresó, esta vez para el cine en 2 películas estrenadas en 2004 y 2005.

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