TESTIMONIO DE UN COMUNICADOR

Debe haber sido un tanto chocante para mis padres cuando les dije que quería ser actor. Las tardes dedicadas al teatro luego del horario escolar, fueron momentos que aún recuerdo nostalgia. Los ensayos, los días previos a la función, el estreno a sala llena, con los amigos, la familia, el colegio entero, son instantes que marcaron de manera especial mis últimos años de secundaria. El teatro, la interpretación dramática, me había dado de manera muy incipiente, una forma distinta de ver la vida, de expresarme. Por eso estaba decidido. Iba a ser actor. Mis padres asumieron con prudencia mi determinación. Me aconsejaron (sabiamente), no desligarme definitivamente del camino de las artes, pero sí que estudiara en una universidad. A fin de cuentas, un profesional con un cartón se defiende mejor en la vida, me aseguraron.
Ciencias de la Comunicación fue la carrera que se aproximaba de manera directa a mi vocación.
En la Universidad, descubrí nuevas maneras de expresión, nuevas herramientas, y el universo de posibilidades que pensaba eran infinitas, ahora se multiplicaban casi de manera exponencial.
Durante mis estudios descubrí que más allá de la actuación, me fascinaba la idea de ser escritor y guionista. Empecé con los diversos encargos y ejercicios de los mismos cursos y poco a poco empecé a tener cierta fama de “escritor”. Solía ayudar a amigos que tenían dificultades con sus guiones y eso me abrió las puertas para mis primeras prácticas y trabajos fuera de la Universidad. Antes de terminar la carrera, caí en el entusiasmo generacional de ser “cineasta”, de dirigir mis cortos, hacer “mi” película. El entusiasmo quedó ahí. Sin embargo ello me empujó a trabajar en una productora de comerciales, donde descubrí otra manera de llegar a la gente. Vender “algo” a través de imágenes, contar “algo” en treinta segundos, expresar “algo” en piezas minúsculas. Fue la primera vez que algo “mío”, se veía en la pantalla y llegaba al gran público. Pero mis deseos de aprender, no quedaron ahí. De la publicidad salté a la cámara de prensa. Trabajé como reportero televisivo como camarógrafo de un magazín político. Fueron meses muy intensos y aleccionadores. Pero luego de un año haciendo “primicias” y “destapes periodísticos”, entendí que eso no era lo mío y volví a la escritura. La responsabilidad de escribir los guiones de un programa con un presupuesto nunca antes visto en la televisión peruana, me tomó a penas entrado en los veintes. Felizmente estuve a la altura de aquél encargo y “Nubeluz” se convirtió en un fenómeno a nivel mundial. Aquél éxito me abrió las puertas para desarrollarme como profesional y aterrizar en lo que de veras quería: escribir. Los años siguientes fui dejando de lado mis intenciones de ser “cineasta” y me afiancé como “guionista”. Las telenovelas empezaban a ser un mercado interesante y me subí al coche de aquél boom de los noventas. “Luz María”, “Isabella”, “Pobre Diabla”, “Milagros”, “Soledad”, “Luciana y Nicolás”, “Besos Robados”, fueron las novelas que más satisfacciones me han dado. Llegar a un público de millones de personas en América Latina, Europa y Asia, es una de las grandes satisfacciones que mi carrera profesional me ha brindado.
La docencia empezó casi sin darme cuenta y siempre en paralelo con mi desempeño profesional. Siempre fui un profesor más empírico que teórico. Siempre procuré volcarle a mis alumnos mis experiencias adquiridas “en la calle”, casi, casi, de manera inmediata. (Iba del canal de televisión o de la productora a mis clases en la universidad y las experiencias vividas se convertían prácticamente en materia del día).
Los años siguientes me han permitido transitar por una infinidad de empresas, asesorándolas en temas de comunicación. He trabajado haciendo y dirigiendo vídeos institucionales para una infinidad de entidades. He trabajado en Los Angeles, California, en una empresa dedicada a elaborar contenidos para pod-cast: una verdadera revolución tecnológica que ya está llamando a nuestras puertas.
Ceo que contrariamente a lo que se piensa, la carrera de Ciencias de la Comunicación está absolutamente vigente y la necesidad de nuevos profesionales está en aumento. Es más, creo que un país como el nuestro, ante los grandes desafíos que enfrenta, se requiere de un mayor número de comunicadores. Regiones como Cajamarca, necesitan a gritos profesionales en Ciencias de la Comunicación que tiendan los puentes necesarios para empezar a resolver los conflictos que existen. No me cabe duda que los comunicadores que estamos formando en la UPN- Cajamarca, serán en un futuro cercano, los grandes promotores del cambio y del desarrollo de su región.
Lo mismo ocurre en otras partes. Lo mismo ocurre en todo el mundo. La visión abierta, el panorama amplio que caracteriza al comunicador, le abre las puertas para trabajar y desarrollar su carrera en una infinidad de empresas. Yo mismo soy un ejemplo de ello. Más allá de ser visto como un profesional sesgado, el comunicador es percibido como un persona que puede ser asimilada por cualquier institución y aportar activamente en beneficio de la empresa.
En un país con los índices de desempleo que tenemos, el comunicador tiene la gran ventaja de poder trabajar casi en cualquier empresa.
Los prejuicios que hay en contra del comunicador, son mitos que irán cayendo de a pocos, porque carecen de total sustento.
¿Mis padres? Se sienten muy orgullosos de mí. Se sienten felices de ver al hijo que quería ser actor, en un profesional graduado en Ciencias de la Comunicación, absolutamente logrado y exitoso.

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