QUÉ ENVIDIA SIENTO POR LAS MUJERES

MUJER SOY Y NO ME COMPADEZCAN

Últimamente vengo sintiendo envidia por aquellos seres humanos que luego de ser concebidos optaron circunstancialmente por nacer mujeres. Y al decir esto no estoy haciendo una confesión de parte ni saliendo oficialmente del closet. No. Sencillamente siento envidia sana y sincera. Y es que leyendo los e-mails masivos que vienen abarrotando mi bandeja del correo por estos días, constato lo maravilloso que hubiera sido pertenecer a esa casta privilegiada de seres llamados “de Venus”.

Motivadas seguramente por el “Día mundial de la mujer”, amigas mías me vienen enviando adjuntos hechos en power point, que son presentaciones alusivas a la efemérides en cuestión. Más allá del tono satírico de algunas de esas presentaciones o al tufillo reivindicatorio de otras, he podido constatar que las mujeres son realmente excepcionales. ¿Por qué lo digo? Porque según lo leído son definitivamente más inteligentes que los hombres, más trabajadoras, más emprendedoras y más geniales que nosotros. Ellas no solo laboran ocho infatigables horas en una oficina socorriendo a un jefe renegón y poco comprensivo, sino que luego -cansadas pero contentas- llegan a casa para desempeñar sus labores domésticas, con el mismo empeño y devoción. ¿No son fantásticas? ¿Qué hombre puede hacer algo así? ¿Quién de nosotros puede, pese al cansancio de un día de trabajo, atender las quejas de un marido reclamón y consolar a uno o a varios niños llorones? ¡Ellas, claro! ¡Sólo ellas! ¡Y todo lo hacen con una sonrisa de ángel, luciendo el maquillaje de la mañana casi intacto, con la panty-media sin haberse corrido un solo milímetro y sin siquiera haberse quitado los zapatos de taco cinco con los que salen a diario a trabajar! ¡Y eso no es todo! Cuando salen, les abren todas las puertas, no pagan la cuenta, les ofrecen un lugar en un espacio atestado de gente y además, por si fuera poco, cuando las engañan soy ellas las traicionadas (qué pena), pero si engañan… ¡¡el cachudo es uno!! ¡¿No es increíble?!

Les juro que con tantas ventajas hasta estoy remotamente pensando (insisto, remotamente. A lo lejos. Casi, casi, en un juego de exclusiva retórica mental), si no hubiera sido más interesante nacer mujer.

Claro, si tan solo alguien se hubiera dado la molestia de escribir aquél libro imprescindible. Ese best seller inexistente. Esa guía tan necesaria como imposible: “El perfecto manual para entender el comportamiento femenino”. Con él a mano, tal vez la cosa sería más fácil tanto para los que quisieran migrar hacia el sexo débil, como para aquellos que simplemente quieren entender. (Cosa casi imposible).

Quisiera entender por ejemplo cómo seres tan excepcionales, tan devotos, tan entregados, pueden hacer todo lo que hace y más, cuando cada mes tienen que enfrentar los dolores incómodos de una enfermedad de la que jamás se contagiaron. ¿Cómo pueden lucir tan radiantes pese a la irritabilidad de aquella ineludible fecha? Es injusto que a seres tan llenos de virtudes, tan superiores, no se les pueda entender cuando un “sí” suyo es un evidente “no” (¿es que acaso tú no te das cuenta de nada, insensible?). O cuando un “no” delicado y cálido, quiso decir un contundente “sí” (preferiste quedarte en la sala viendo tu partido y no venir a la cama. ¿Qué te pasa? ¿Acaso tienes otra?). Comprender, reitero, apenas comprender, cuándo un chiste o un comentario bobo de estos seres superiores, es una invitación a “algo más” y cuando los haces tú, es una de tus cochinadas de siempre o sencillamente una pachotada. ¿Cuándo les haremos justicia comprendiendo el por qué esa falsa manera de decir “hoy me duele la cabeza”, suele ser tan contundente y absoluta? (Lo único que haces es pensar en ti, egoísta). Les haríamos un sincero homenaje si intentáramos comprender cómo se es supremamente inteligente, cuando te preguntan cinco minutos antes de salir: "me pongo el rojo o el negro, mi amor?" Y cuando uno opta por el negro, te gritan histéricas: "¡Ajjj, pero con el negro me veo gorda, con el rojo no combina nada y con el blanco ni hablar porque estoy con la regla!” Para agregar llorando: “¡No tengo nada qué ponerme, no voy a ir a ninguna parte así. Anda tú si quieres...!” Y cuando uno parte, entendiendo que aquella fémina en crisis necesita estar sola, lo esperan en la madrugada con cara larga recriminándonos nuestra indiferencia. (A veces pienso que ya no me quieres. ¡Me largo donde mi mamá, para que pienses mejor cuánto valgo!)

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