ESPADA DE CARTÓN

Una de las premisas que se desprende del libro “La cuarta espada. La historia de Abimael Guzmán y Sendero Luminoso”, (DEBATE, 2007), es que el amor terminó aniquilando a Sendero. Su autor Santiago Roncagliolo, (Lima, 1975), cita testimonios de senderistas presos y de agentes de inteligencia, donde aseguran que los miembros del partido, tenían prohibido todo tipo de relación sentimental. Pero pese a ser una regla rigurosa dictada personalmente por el propio Guzmán, (que obligaba a los infractores a separarse de inmediato, sometiéndose a un humillante acto de contrición, exponiendo ante el comité central una severa autocrítica no exenta de palabras flagelantes), era incumplida constantemente. Las fuentes de Roncagliolo aseguran que en virtud a estos errores o “debilidades” sentimentales, se produjeron importantes capturas que a la larga fueron determinantes para derrotar a Sendero.

El corazón escapa casi siempre a los veredictos y normativas de cualquier organización civil, militar o política, y al parecer Sendero no fue la excepción.

Incluso pese a su propia prohibición, el mismo Abimael tampoco pudo evadir la tentación de rendirse al amor. Tal vez por esa carencia materna en su más tierna infancia -suplida tardíamente por su madrastra Isabel- buscó la compañía no de una, sino de dos mujeres que incluso lo sucedían en el mando: su esposa Augusta La Torre y Elena Iparraguirre, su actual pareja. Roncagliolo llega a deslizar, como tantos otros antes que él, que la primera tal vez haya sido víctima de un crimen pasional, teniendo como victimarios nada menos que a la camarada Miriam y al propio presidente Gonzalo, quienes habrían decidido asesinar a La Torre, con el propósito de perpetuar su idilio (1).

“La camarada Norah murió del corazón. El partido lo decidió así”, fue la sentencia lacónica de Iparraguirre, ante la pregunta de directa de Roncagliolo sobre el destino de la esposa de Guzmán. La respuesta es registrada en el capítulo “La abeja reina”, tal vez uno de los más logrados del libro, que detalla su encuentro personal con la mujer del líder de Sendero, en la cárcel de mujeres de Chorrillos.

Roncaglio llega hasta ahí. Esta es su mayor aproximación al corazón de la bestia. Pese a sus intentos, no puede escudriñar más en el interior del “movimiento subversivo más letal del mundo” (2).

Entendido inicialmente como un reportaje sobre la cúpula de Sendero y con la promesa de entrevistar a su líder máximo Abimael Guzmán Reinoso, para el diario El País, Roncagliolo empieza su relato desde su llegada de España. Su misión se va complicando cada vez y revelándose ante si, espacios y reflexiones nunca antes tomadas en cuenta por el autor, casi como si del Dante y su descenso al averno se tratara. Al final, el reportaje se convirtió en un libro, más por expectativas comerciales, que por méritos narrativos o aportes históricos. Pero no es precisamente la narración el problema del libro. No. Ducho al fin y al cabo en las artes de escribir (sin ser ningún talento descollante), el autor de “Abril Rojo” y de “Pudor”, nos entretiene con una prosa ligera y dinámica que captura desde el inicio hasta el final. Su principal yerro, está __________________________________
en su incansable afán de humanizar inútilmente a los integrantes del grupo que desangró nuestro país. Y no es que la intención per-sé esté errada. Son los tibios resultados que obtiene al darse una y otra vez con esa obsesión por encontrar el “detrás de” en la actitud irracional de los senderistas. Cualquiera de sus intentos por abordar la vida personal, íntima, de los protagonistas del movimiento terrorista, se dan de lleno con una muralla infranqueable: la estructura mental de sus líderes, que están regidos rigurosamente por el pensamiento guía del Presidente Gonzalo.

Pero no solo la tozudez que raya en el fundamentalismo religioso de la cúpula del senderismo, impide que Roncagliolo logre su cometido. Su inexperiencia y su falta de aquél olfato periodístico de perro de presa, (tan aceitado en viejos zorros como Gorriti o Uceda y hasta en el polémico Umberto Jara), impiden que éste haga “las preguntas correctas”, como él mismo se lamenta a lo largo de sus páginas. Roncagliolo entonces urde un paliativo para enriquecer el relato. Para hacerlo digerible. Para contar “algo”. Emplea la primera persona para narrar los avatares de un periodista en busca de la “noticia del año”. Y es aquí donde el autor de “La cuarta…” se equivoca. Nos ha vendido en toda entrevista promocional que realiza (en la TV, en la radio), que el lector se encontrará con un texto cargado precisamente de intimidades de los líderes se Sendero. Que tendremos entre las manos un libro que escudriñará el verdadero corazón del monstruo. Que analizará el por qué tuvo simpatizantes incluso en la misma población civil que sojuzgó. Pero el libro termina siendo más una historia sobre el narrador de la historia que sobre la historia misma. Un resumen de libros y artículos periodísticos ya conocidos y harto leídos, matizados con tímidas entrevistas a agentes e inculpados. Roncagliolo se equivoca también al yuxtaponer a sus limitaciones como investigador, sus propias experiencias. Nos llega a narrar (inútilmente pienso) su cercanía con aquella izquierda romántica de los setentas, virtud al exilio mexicano de su padre, un conocido ideólogo izquierdista de los setentas. Se equivoca al tratar de personalizar, de vincular la tragedia que significó Sendero, a partir de su cercanía a esa “otra izquierda”, empalagándonos incluso con referencias a su “tío Alfonso”, quien no es otro que Barrantes Lingán.

Es justamente cuando Roncagliolo se despoja de este atavismo, que logra sus mejores páginas. Es cuando descubre y reflexiona sobre la indiferencia actual de la gente respecto al tema, como una suerte de negación generalizada de la guerra. Como si quisiéramos pensar que nunca pasó lo que pasó. Acierta cuando reflexiona en tanto y cuanto, los peruanos, simplemente cerramos los ojos para no querer ver precisamente al verdadero monstruo: la pobreza y la desigualdad de nuestro país. Cuando advierte que, pese a los 70,000 muertos, aún no queremos entender por qué nos pasó. Pero lamentablemente estas reflexiones duran poco y están teñidas de ese “yo” que enturbian precisamente la riqueza de ese análisis.

Pienso que “La cuarta espada…” decepciona. Uno se encuentra con muy poco para la reflexión y el análisis, como aquél del enunciado con el que abrimos este artículo: el amor terminó por aniquilar a Sendero. Tal vez especular y fabular en torno a este hubiera sido más interesante para conseguir un relato novelado más significativo. Las páginas de “La cuarta espada…” terminan siendo tal como Roncagliolo cierra su último párrafo, como el cielo de Lima: igual de gris. El joven autor, ha quedado en deuda.

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